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Entre el asombro y la indignación, nos gobiernan

Entre la sorpresa y la impotencia, la sociedad queda atrapada en un juego político que la excluye. Romper ese ciclo implica repensar la acción colectiva y reconstruir desde lo común.

Por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro

Vivimos momentos cada vez más complejos. En los que podemos encontrar, en los extremos algo de objeción sociopolítica y económica y del otro: indignación, resignación y marcado descontento.  

Hay gente que la está pasando muy mal y gente que la está pasando muy bien. Paradójicamente, esto no quiere decir que unos y otros entiendan por qué, ni que sean los directos responsables de esta realidad que les toca atravesar.

En todo esto, quien genera, quien primero construye la posibilidad de que los demás reaccionen, quien va marcando agenda, es el poder Ejecutivo Nacional.

Contra el que escuchamos gente a favor y en contra, pero nada lo aleja de ser él quien directamente marca este norte.

Vemos a una oposición que muchas veces pretende o busca estrategias con sus cosas, opacas por momentos, difusas o poco claras, para decir hola, acá estoy, no soy lo mismo que quienes gobiernan.

Pero la gran diferencia no es ideológica o no la es en términos morales o analíticos, es básicamente en términos pragmáticos.

Hay un ejecutivo que hace sin sopesar, sin medir o sin preocuparle las consecuencias y una oposición que, todo lo contrario, primero piensa para ver si conviene actuar. Y en esa conveniencia, en ese interregno, en ese intersticio de no tomar una decisión la vida pasa, las políticas continúan y el vecino es impactado, cuando no arrollado.

Entiendo que con temas algo más actuales podemos reconocer como ganadas algunas batallas, algunos vetos, quorum obtenidos y nuevas reuniones de gobernadores hasta hace poco oficialistas, pero ojo, no perdamos de eje que siguen siendo acciones reactivas, en el mismo escenario y en el mismo campo de juego que el gobierno nacional nos invita a jugar.

Frente a todo esto, una sociedad que por momentos se presenta más atada de pies y manos, que, con la convicción y certezas para actuar, porque más allá de la herramienta del voto que se ejerce cada dos o cuatro años, no encuentra canales directos, ni siquiera en algunos representantes, un aliciente de la situación.

La sociedad se siente atacada a veces, pero son más notorios los embates sobre grupos más particulares: las universidades, personas con discapacidad, infancias, mujeres, salud u hospitales, quienes son embestidos, agredidos y directamente damnificados por las medidas.

¿Qué es lo que pretendo pensar entonces o cuál sería el aporte de esta breve reflexión?

Que, en todo este torbellino de sensaciones, de desencuentros, de enfados y de convicciones cruzadas, hay un común denominador: es siempre el poder ejecutivo nacional quien toma medidas y posturas, por acción o por omisión.

La sociedad se siente atacada a veces, pero son más notorios los embates sobre grupos más particulares: las universidades, personas con discapacidad, infancias, mujeres, salud u hospitales, quienes son embestidos, agredidos y directamente damnificados por las medidas.

Tanto ellos, como gran parte de la sociedad (y buena parte del espectro político), se sorprenden porque dicen: “no puede ser lo que está pasando”, ¿cómo llegamos a esto?, ¿quién puede ser tan insensible, tan insensato?

Superada la etapa de la sorpresa viene la etapa de la resignación, en la que se asimila que esto va a ser así, en la cual no se sabe a ciencia cierta qué hacer, en la cual nos gobierna la impotencia y cuando creemos que encontramos un ápice de esperanza, un pequeño haz de luz por la hendija de las instituciones o la calle; reaparece el ejecutivo nacional para marcar nuevamente agenda.

Se imaginan bien, reaparece entonces nuevamente la etapa de la sorpresa con la próxima medida y nuevamente la resignación y nuevamente con la próxima medida la sorpresa y nuevamente la resignación.

Este ciclo en sí mismo genera una distancia cada vez más grande con la clase gobernante, la que debería representar a los sectores afectados y encima es abonado con ese otro concepto de la “disociación” que está representado en la sociedad en buena medida porque no encuentra cómo hacer para que las cosas sean distintas.

¿Qué nos espera por delante?: un panorama complejo cada vez más.

Donde la única manera de empezar a desenredar todo esto es rompiendo con el ciclo, generando una contra agenda con nuevas estrategias, revisando lo que la oposición u otros sectores pretendieron hacer y volviendo a las bases.  Ensanchándolas, dando voz y voto a todos los vecinos y vecinas impactados por esta situación y salir del asombro a la acción y de la indignación a la construcción de nuevas realidades colectivas.

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