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Estar Junt@s y Revuelt@s: una forma de sanar esta sociedad rota

Nos acercamos al trabajo cotidiano de Diego Gese y Carlos Méndez, operadores de salud mental que coordinan el grupo “Junt@s y Revuelt@s”; quienes desde la potencia de la praxis de la Psicología Social, sostienen un trabajo colectivo como ámbito de contención ante tanta crueldad e individualismo reinante.

La sanción en 1991, de la Ley Provincial N °2440 de Salud Mental convirtió a la provincia de Río Negro en pionera sobre el tratamiento de derechos de las personas que sufren algún padecimiento de Salud Mental. Hoy a casi 34 años; en un contexto de recortes presupuestarios a la salud pública, las pensiones de hambre que cobran los usuarios de los servicios mentales y la precarización laboral de quienes trabajan para cuidar a estas personas pintan un panorama lejano al espíritu de la Ley de desmanicomialización. 

La tarea de quienes ponen el cuerpo 

La cita era a las 11 de la mañana en el patio del centro de atención diurna “Nuestra Casa”, al que asisten los usuarios de salud mental del Hospital Francisco López Lima. Allí el piso de tierra se interrumpe con la estatua de un león de colores, reposando sobre una base de cemento.  Los ojos fijos del felino colorinche acompañan la reunión de un grupo (por ahora todos hombres) sentados alrededor de una mesa; charlando, mate de por medio, sobre los vaivenes del día. Es el grupo “Junt@s y Revuelt@s” coordinado por Carlos Méndez y Diego Geese; los dos psicólogos sociales y operadores en salud mental.

Mientras empiezan a circular unos sandwiches de fiambre aparecen también algunos Fanzine del grupo donde ellos se definen a sí mismos como un espacio de Salud Mental Comunitaria que “impulsa actividades que promuevan la libertad de participación, la expresión y el desarrollo de acciones conjuntas que les permitan sustentarse”. 

Luego de 12 años de trabajo continuo, Diego y Carlos construyeron una forma de trabajo que les permite cierta autonomía, pero siempre desde la órbita y el trabajo conjunto con el servicio de salud mental, que de alguna manera articula entre el o la usuaria, su familia y la obra social para que ellos puedan iniciar el acompañamiento o la asistencia terapéutica.  Los asistentes al grupo pueden ser usuarios de salud mental del hospital y también hay quienes vienen de afuera, esto sería personas “externadas” o que ya lograron cierta independencia. 

“Cuando eso quedó en la nada -rememora Carlos- , nosotros seguimos trabajando y nos fuimos en 2014, al barrio Alfonsina Storni”, donde estaba ubicado en ese momento el instituto Nuestra Casa.  En ese tiempo “había dos o tres usuarios que vivían ahí, pero iba mutando porque la casa también funcionaba como un espacio donde la gente acudía por su medicación” y podía participar de talleres “con los cuales pudimos compartir y generar actividades conjuntas. Pero también había instancias de mucha individualidad. Me acuerdo llegar y ver que habían cinco compas sentados y cinco mates, ¿viste?  un tele ahí y poco diálogo” recuerdan Carlos y Diego. Frente a esa observación comenzaron a trabajar la grupalidad, el encuentro con el otro y la comunicación.

Así surgió una tarea de las más convocantes que existe: cocinar. “Lo primero fue la cocina, que como herramienta es fundamental, por todos esos estímulos primarios que genera, es increíble lo que genera hacer una comida. A partir de ahí se dio el nombre porque estábamos todos ahí juntos, todos revueltos, porque no había una organización y no había ninguna pauta específica. Unos cocinaban, otros compraban, otros llevaban mate, otros charlaban en la suya” recuerda Carlos. 

Así comprobaron que con la cocina se recuperaban un montón de cosas que los usuarios habían perdido en el transcurso de su proceso de internación o de diagnóstico. “Cosas básicas como juntarse, hacer comida, sentir el olor, ayudar, compartir ese momento, comer juntos. Diego explica que la idea no era coordinar un taller o dar indicaciones  sino construir una tarea en común, “horizontal, cada uno hacía lo que en el momento estaba dispuesto y tenía la posibilidad”.

En general los “usuarios” de salud mental llegan muy solos. “No se trata de juzgar nadie”, recalca Carlos, “las familias también han pasado situaciones de mucha dificultad, entonces los usuarios por lo general llegan solos. Y si bien hay algunas familias que se suman, muchas veces hay una ruptura demasiado abrupta que no permite que esos vínculos se restituyan. Por eso también buscamos restituirlo nosotros, a partir del compañero que tienen al lado”.

El grupo fue tomando varias formas de acuerdo a los emergentes y adquiriendo nuevas tareas que permitan la trama grupal a partir del diálogo y de la construcción de una tarea en común. Siempre pensando en no excluir y que las actividades sean una excusa para elaborar otras cosas. Siguiendo esta lógica es que hace varios años vienen sosteniendo la redacción, edición y venta de fanzines, donde los y las usuarias son los y las protagonistas y sus cronistas. Esta tarea les permitió acercarse a la comunidad en un rol activo, creativo y crítico.

La idea del fanzine surgió leyendo el periódico “La comuna” que en ese momento también salía en papel. “Iniciábamos la semana con la lectura del periódico -cuenta Carlos- y a varios de los usuarios que eran del sector de la zona norte, les estimulaba mucho leer las noticias o esperar las noticias que salían del barrio. Entonces, algún usuario decía, «Uy, sí, yo escuché esos tiros, fue porque había pasado algo a dos cuadras». De esta manera la lectura estimulaba el diálogo sobre lo cotidiano y la situación barrial, “reírnos incluso de la propia realidad y también nos comprometíamos con lo que pasaba”.

Otras de las tareas que no sólo le dan actividad sino también ingresos propios es la venta de pan rallado.  Así lo explica Diego:  “salíamos a vender al barrio o al centro; la idea no era sólo recaudar fondos, sino también poner a los compas en los espacios comunitarios.  Ahí en la calle; charlando, contándole a la gente quiénes son, naturalizando ese vínculo; porque sobre todo el ámbito de la salud mental está muy idealizado y atravesado por el temor. 

Cuerpos externados 

“Esta no es una publicación normal y tampoco intenta serlo, de hecho es quizás un intento de denunciar la falacia de la normalidad… Salimos a jugar al cronista, a caminar, a preguntar, a interactuar cara a cara y luego pensar y pensarnos en función de las experiencias recogidas” Así se expresa Junt@s y Revuelt@s en su fanzine nro 3, donde se abordan situaciones propias, del barrio donde ellos vivían o, temas sobre salud mental.  

En este momento el grupo está pronto a sacar la cuarta edición de su fanzine, en donde nos van a contar historias de los “compas” que estuvieron internados en “Valle Sereno”, el último neuropsiquiátrico de Río Negro que estuvo funcionando en Fiske Menuco (Gral Roca), y que cerró sus puertas en diciembre del 2023,en medio de denuncias por estafa e irregularidades laborales. 

Diego y Carlos conocen algunas de las trayectorias de muchos de las y los usuarios que fueron externados. “Hay gente que pudo ser contenida por la familia, los menos -dice Diego-, porque también es una realidad que Valle Sereno abarcaba usuarios con problemas muy complejos y con muchísimos años de encierro, 5, 10, 15, 18 años de encierro. Carlos, un compa con el que trabajamos acá nos preguntó un día: ´¿Cuánto estuve en Valle Sereno?´ Y cuando le dijimos 17 años contestó ´Ah, con razón estoy tan loco´. Imaginate”.

Otros fueron al sistema de salud público, algunos acá en Fiske, otros de Bariloche, muchos de Neuquén. En muchos casos los usuarios pasaron a ocupar los geriátricos. Carlos asegura que esto también es un problema, para el tipo de usuario que había o que debe haber en un geriátrico y también para los usuarios que vienen de un neuropsiquiátrico. 

Diego  puntualiza que hay de todo: Hay casos que han quedado bastante a la deriva. Hay casos en los cuales se está trabajando y se está intentando solucionar, solicitando los recursos, generando estrategias y hay casos de personas que se han podido ir vivir sola, con apoyo.” Pero, y a pesar del esfuerzo de los trabajadores de salud mental; es una realidad que cuando se planteó el cierre de Valle Sereno, se prometieron dispositivos y recursos mayores a los que hay hoy para atender estas situaciones.

Carlos afirma que “Tampoco es negar, digamos, necesitan ser alojados, necesitan atención pero derivarlos a un sistema de salud colapsado siendo que son casos bastante complejos, no termina de resolver la situación”. ¿Cuáles son los dispositivos que sí?, ¿Cómo se están apoyando esos dispositivos? ¿Cómo se están creando y cómo estamos trabajando eso? “Me parece que ahí es donde está el error, ¿no? -dice Diego- quién puede ir solo, quién no, quién necesita un dispositivo de día, quién necesita un lugar donde poder ser alojado, pero bajo otras características, ¿sí? Bueno, todo eso es lo que no se ha concretado del todo. Una discusión amplia que falta todavía, ¿no?”.

Diego cierra diciendo  “Nosotros claramente trabajamos sobre la Ley de Salud Mental Comunitaria, creemos que el encierro no es una alternativa, que un padecimiento mental no puede ser contrarrestado con una situación de encierro, menos en las condiciones que se dio, y que ocurrió y que en general ocurre”. 

Como última pregunta ¿Cómo ven la sociedad actual? 

Carlos comienza diciendo “hay una sociedad totalmente descompuesta. Hay una sociedad rota y queda claro por la identificación, que parte de esa sociedad tiene, con una persona  totalmente deshumanizada. No podés entender al punto que llegó la deshumanización donde no solo se permite y se tolera, sino que se celebra toda esa falta de empatía, esa necesidad de la crueldad hacia el otro y particularmente hacia el que está en las mismas condiciones del que lo celebra”.

Carlos nos cuenta que en las reuniones de Junt@s y Revuelt@s se charla mucho sobre las situaciones económicas y políticas. “Con los compas se habla mucho de esto, porque muchas veces se subestima a la persona que está atravesada por un algún trastorno psiquiátrico, como que no tiene capacidad de pensar por sí mismo o pensamiento crítico y sin embargo salen las mejores charlas y análisis y descripciones de la realidad que de pronto nos dejan a nosotros como muy sorprendidos y nos dan también argumentos”.

Diego también nos comparte una realidad de abandono que se traduce en gente que termina en la calle. “Más allá de esa cuestión social, de tanta gente desahuciada y hecha pelota, lo concreto es que vas viendo más gente en la calle, cada vez compañeros y compañeras que llegan a una situación mucho más crítica. Hay compas que hace semanas por ahí nos vemos, que bueno tendremos que ver si salimos a buscar o qué hacemos, porque también la realidad y lo concreto en los cuerpos de las personas que están en la calle ocurre, digamos más allá de todo el espacio de discusión que podamos tener desde otro lugar”.

En definitiva el panorama es desquiciante: los y las usuarias sin recursos porque cobran pensiones de hambre; el sistema de salud colapsado sin recursos materiales y con un personal que viene reclamando mejoras salariales. Hasta aquí podríamos decir que nada nuevo porque la situación de empobrecimiento de los servicios hospitalarios  viene de larga data; pero actualmente vivimos en un contexto nacional en donde el gobierno mileísta se divierte desvirtuando abiertamente todo servicio y trabajo de sus trabajadores estatales. Un círculo vicioso desquiciante donde siempre termina perdiendo el que menos recursos tiene.

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