Cuando cursé la carrera de Licenciatura en Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba, no hubo asignatura, ni profesor ni profesora, que hiciera alguna alusión a la relación entre la alimentación y la salud… y menos la salud mental que era lo que nos concernía. Y esto fue así y sigue siendo en los distintos niveles educativos ¿Será porque en realidad no tiene ninguna relación? ¿O porque no hay investigación alguna sobre el tema? No se hace alusión a esto porque las instituciones educativas siguen inmersas en el modelo dualista y absolutista, en el viejo paradigma que todo lo divide en partes, para estudiarlo y luego nunca lo une, como a la Mente del Cuerpo, como a la Persona y su Ambiente.
Descubrí que la Medicina Homeopática, la Medicina China, la Ayurvédica, la Antroposófica, todas dan por hecho que los alimentos que comemos y el cómo los consumimos, tienen relación directa con nuestras emociones y de ahí influyen en nuestra psicología, conductas y salud en general.
Cómo ejemplo de investigaciones contemporáneas el Psiquiatra y escritor Alfredo H. Cia, especialista en Trastornos de Ansiedad, en sus libros hace mención a que ciertos alimentos y sustancias son ansiógenos, o sea pueden elevar considerablemente los niveles de ansiedad y predisponen a la vulnerabilidad para las crisis de pánico y el estrés. Y así tenemos los estimulantes como la cafeína (café, bebida colas, energéticas, etc.), que genera hipervigilancia según la cantidad que se consuma y síntomas físicos como mareos, palpitaciones, etc. Y el exceso de sal tiende a elevar la tensión arterial, sobrecarga el corazón y los riñones, disminuye el potasio esencial para el funcionamiento adecuado del sistema nervioso. También las carnes que la industrialización ha inundado de hormonas para forzar su crecimiento y, que está comprobado que el ser humano incorpora las mismas al consumirlas, y trae un desequilibrio a nivel hormonal y esto afecta al humor, además de otras consecuencias al organismo. Y otro tanto se produce con las azúcares simples causando desequilibrios crónicos del metabolismo y el ánimo.
Además, poseemos hábitos alimentarios que hemos incorporado sin cuestionarlos y que son nocivos para nuestra salud en general ya que refuerzan el estrés. Como el comer parados, o mientras se mira televisión, celular o se discute. El comer rápido, casi sin masticar, comer demasiado hasta sentirse repleto. Comer sin tener hambre, comer enojado o angustiado.
La Medicina occidental y académica ha tenido grandes avances en muchos aspectos, pero no para mejorar y mantener la salud general o prevenir futuros trastornos, ya que no puede ver al ser humano en su totalidad. La medicina al haber adoptado un enfoque puramente técnico/científico, toma al ser humano como si fuera una máquina que hay que reparar, y descuida otros aspectos como lo social, lo emocional, el espíritu de la persona, su historia y su forma de ver la vida (que influye en su salud). En la medicina china se mantiene que el cuerpo es la vida física del alma, y que el alma tiene que ver con los detalles personales y la vida cotidiana de la persona. La sanación real se produce en toda la persona, no solo en su cuerpo.
Muchas personas siguen pensando que el médico o el psicólogo son quienes más saben sobre ellos mismos, y esto trae como consecuencia que el poco poder personal que tienen, al enfermar se lo ceden al Dios/profesional; sin saber que para recuperar o mantener la salud es necesario favorecer la propia autoestima, el autoconocimiento y aumentar el “poder personal”, decidir por sí mismo y ser el protagonista de su propia vida, aunque cometa errores en el proceso.
Lo que digo es que estamos desconectados. Cosa rara en ésta era de la conexión donde estamos super informados y comunicados, todo nos llega a través de internet, el WhatsApp, la Inteligencia Artificial y todas la redes sociales.
Y lo peor es que estamos desconectados de nosotros mismos y por lo tanto de los demás y de la naturaleza también.
¿Cómo pudimos permitir que contaminen nuestro río Negro y tantos otros espejos de agua? ¿Acaso el agua no es lo que da vida, nos mantiene vivos? ¿Sabían que somos 70% agua? Y no se contaminó el río de un año para otro, es un proceso de años y años. Todos somos responsables, más nuestros gobernantes que miran para otro lado. ¿Cómo no nos dimos cuenta? ¿Será ignorancia, soberbia, ingenuidad, comodidad, desconexión?
Pienso que es lo mismo cuando nos surge una enfermedad grave, y nos decimos: ¿Cómo no nos dimos cuenta antes de que nos estábamos enfermando? Las enfermedades tampoco se desarrollan de un día para otro ¿Tuvimos que enfermarnos para darnos cuenta de lo que hacemos mal? ¿En dónde estábamos poniendo la atención? Pequeños grupos de personas, siempre lo dijeron, pero no fueron escuchadas.
Tiendo a pensar que perdimos la conexión, la conexión con nuestro cuerpo, con nuestras emociones, con nuestra interioridad, con lo que comemos, con la tierra. Olvidamos que somos un todo.
No se trata de que de afuera nos digan qué alimento tenemos que comer y cuál dejar de lado, ese es un proceso personal, una investigación propia, los profesionales nos hacen un aporte, una guía nada más. Si nos centramos en nosotros y nosotras, veremos con qué alimentos vibramos y con cuáles no. Mi alimentación saludable NO viene de las ideas de lo que es saludable, sino del estar en contacto con lo que requiere mi cuerpo y mi Ser, surge desde el interior, no desde lo que hacía mi familia, o lo que me digan otros; es como cuando nos enamoramos, no es una decisión mental, es algo que sentimos en todo el cuerpo y no dudamos. La vida no se trata de recetas para hacerlo bien, sino de empoderarse, recuperar mi poder personal, mi autenticidad y hacer mi mejor elección.
Y cuando retome la conexión con mi cuerpo, con mi Ser, automáticamente tomaré consciencia que el medio ambiente, la naturaleza es una extensión de mi cuerpo, no es algo ajeno, algo externo a mí, de lo que puedo prescindir, soy parte. Mi salud no es una cuestión sólo de análisis, diagnósticos y lo que digan los profesionales de mí. Más que nunca necesitamos desarrollar una mirada holística, integradora, lo que significa que un ser humano está compuesto por cuerpo, mente, emociones, energías, alma y espíritu; y que no es un ser aislado, vive en una determinada familia, con una cultura particular, con un contexto que también influye (si la tierra y el agua se contamina, me contamino yo) y que uno puede influir en ese ambiente. Por lo tanto mantenerse sano y pleno, requiere de un despertar y darnos tiempo para conocernos y ver que queremos, cuestionar las verdades dogmáticas que nos venden, y abrirnos a conocer otras formas de vivir, de pensar, otras técnicas, sumar medicinas, otra forma de alimentarse, formas creativas de reclamo sin violentarnos, vibrar más alto, juntarnos con otrosy otras.
El río no está afuera, está adentro mío, salvar y cuidar el río es amarme y respetarme a mí mismo, a mi misma, y a las generaciones venideras.
Todo está conectado, todo es relación.
Gustavo Andrés Marin
Licenciado en Psicología (MP 231)
Psicoterapeuta y Docente universitario
Autor del libro: “Camino hacia el Sí Mismo” (2015 UNCo)









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